El momento del sosiego para pensar y reflexionar
26 abril, 2020
Confinamiento 2ª Fase
El momento del sosiego para pensar y reflexionar
Finalizada ya nuestra quinta semana de reclutamiento en casa, a la que hemos llegado envueltos en un sinfin de actividades que no nos dejaran ni un minuto libre, con la confianza de que así pasaría más rápido este tiempo de confinamiento; pero hete aquí que el tiempo de confinamiento se ha prolongado y agotados o aburridos ha llegado el momento de plantearnos ¿y ahora que hacemos? Para intentar dar respuesta a esta pregunta, Alabanza de la lentitud, libro del neurobiólogo italiano Lamberto Maffei, puede ser una lectura muy adecuada.
Hallándose en Florencia decide visitar el Salón de los Quinientos de Cosme I de Médecis (1512-1574), porque “cuando me vence la melancolía y me persiguen sin razón alguna los pensamientos tristes, busco refugio en la belleza y no hay Prozac que valga. Un museo de arte produce mas serotonina que un fármaco cualquiera”.
Descubre en los frescos del techo, obra de Giorgio Vasari, unas imágenes extrañas y sorpendentes que representan a unas tortugas que llevan sobre su caparazón una enorme vela hinchada por el viento, y una leyenda que las acompaña “festina lente (apresuraos con lentitud)”, proverbio de la época en el que la tortuga simbolizaba la lentitud y la vela hinchada por el viento, la rapidez ; que reflejaban el modo de pensar de Cosme I, piensa y reflexiona antes de actuar.
Su contemplación le lleva a reflexionar sobre la lentitud como una meta del pensamiento y del camino a recorrer, “caminar a mayor velocidad no equivale a conocer mejor lo que ofrece el camino”, y analizar las ventajas y desventajas de una civilización como la nuestra en la que predomina la rápidez y en la que prevalece el hacer sobre el pensar. Nos aconseja utilizar los dos métodos de proceder pero, eso sí, cambiando el orden para que el pensamiento preceda a la acción “pensar lento y actuar rápido”.
Antes, como ahora, predomina la rápidez y en la que prevalece el hacer sobre el pensar
Como neurobiólogo nos recuerda que nuestro cerebro posee ambos mecanismos de respuesta al medio, tanto mecanismos ancestrales y rápidos, casi automáticos y en gran medida inconscientes, con otros mas lentos, aparecidos con posterioridad y que son fruto del razonamiento.
La vida actual presidida por la inmediatez, facilitada por una comunicación fundamentalmente visual que nos lleva a respuestas casi instántaneas por medio de tweets, likes, etc, tiene sus inconvenientes dado que “ el ritmo de la vida moderna y el pensamiento rápido carecen por naturaleza de paciencia, una cualidad gracias a la cual sabemos esperar antes de juzgar y actuar, que se contrapone a esa decisión rápida que parece aterrorizada por el tiempo que se escapa”.
Este pensamiento rápido favorece el consumismo, el consmumo poco reflexivo, “porque desata una bulimia del consumo, que se convierte en deseo y al mismo tiempo de distracción”.
Ambos pesamientos, tanto el rápido como el lento, son necesarios y al mismo tiempo complementarios; la plasticidad de nuestro cerebro nos permite modularlos y frente al consumismo que estimula el pensamiento rápido, nos aconseja cultivar la palabra, el placer de charlar, disfrutar de las artes y de las humanidades, etc, que estimulan el pensamiento lento y nos ayuden a evitar la evolución -o más bien involución- desde el Homo sapiens al Homo videns (G. Sartori, 1999) “Que a través de un homo televidens, dado el predomino de la comunicación teledirigida, lleguemos al hombre del consumismo”, el Homo consumens (G. Sartori,,2007) y (Z. Bauman. Vida de consumo, 2007).
Esta dicotomía entre lo rápido (fast) y lo lento (slow) se ha evidenciado en otros terrenos como el de la alimentación, dónde hoy oímos hablar de fast food (comida rápida). “Pensamiento rápido y fast food estan unidos armónicamente, porque el primero crea a la segunda que, a su vez, es una criada fiel del primero”.
Frente al domino del modo de alimentarse que representa la fast food, surgió en el año 1986, en Italia, y de la mano de Cartlo Petrino, periodista especializado en gastronomía, el movimiento Slow Food, que reivindica un modelo de alimentación más natural y sostenible. Dicho movimiento alcanza una rápida difusión internacional presentando su manifiesto en 1989, en París durante su primera reunion Internacional.
En el ámbito de la medicina también se ha producido este elogio de la lentidud. La primera vez que se utilizo el término de medicina lenta, fue también en Italia por el cardiólogo Alberto Dolara en un artículo publicado en el año 2002 en una revista de cardiología. “En la práctica clínica, la hiperactividad a menudo es innecesaria. Adoptar una estrategia de ‘medicina lenta’ puede ser más gratificante en muchas situaciones. Tal enfoque permitiría a los profesionales de la salud y, en particular, a los médicos y enfermeras, tener tiempo suficiente para evaluar ampliamente los problemas personales, familiares y sociales del paciente”.
Ese artículo fue el germen para que un grupo de profesionales socio-sanitarios, pacientes y ciudadanos en general pusieran en marcha el movimiento Slow Medicine con el objetivo de promover procesos de atención basados en la escucha activa, el diálogo y el intercambio de decisiones con el paciente. Estrechamente relacionado con el movimiento SlowFood, ambos surgieron en la región italiana de Turín, no solo comparten logotipos similares, sino que cooperan en publicaciones científicas y populares.
Para el logo de Slow Medicine, se eligieron dos caracoles que representan una relación equitativa entre el profesional sanitario y el paciente, reivindicando una Medicina sobria, respetuosa y justa. Desde su inicio en Italia en el año 2011, este movimiento ha ido extendiéndose, con algunos matices diferenciales, por otros países como EEUU y Brasil; también ha establecido sinergias con otros movimientos que buscan humanizar la práctica de la medicina y la asistencia sanitaria, en mundo tan frío y tecnológico como el actual, y ese es el caso de su relación con el de la Medicina Narrativa, que propone un modelo para una práctica médica humana y efectiva, que requiere una competencia narrativa, es decir, la habilidad para reconocer, absorber, interpretar y actuar en las historias y condiciones de los demás.
Promueve una mayor presencia de las Humanidades en los programas docentes de las Ciencias de la Salud, así como dar mayor voz a los pacientes para que relaten su enfermedad
El relato de su padecimiento y el contexto cultural dónde está inmerso le darán un significado singular a su patología y a la historia clínica “aséptica” y “objetiva” que escribimos los médicos.
Otro de los ámbitos en donde se incorporó la filosofía del pensamiento lento fue en el del turismo, empezando a cuestionar el modelo de turismo predominante, masivo, fugaz y de consumo rápido, en el que el único interés parece ser el de dejar constancia a través de fotografias y selfis de que se ha estado allí, en vez de contemplar y disfrutar del entorno en el que uno se encuentra. Ahora más que nunca será necesario cambiar de raíz ese modelo, ya que el turismo va a ser uno de los sectores mas dañados económicamente por la pandemia del COVID19. El movimiento de Slow Turismo, lento, sostenible y respetuoso con el medioambiente, será una alternativa atractiva y necesaria.
Uno del sectores donde confluyen mas claramente estos tres modelos del movimiento Slow, es el sector Termal. Los Talasos y los Centros Termales en general, por sus orígenes y características llevan en sus genes la impronta del pensamiento lento.
A ellos acudían la gente en busca del sosiego y los cuidados necesarios para hacer frente a los infortunios de la vida diaria, o al no menos importante “cansancio vital”; buscando la hospitalidad que aportaban y que manaba del entorno natural donde se ubicaban y del modelo de atención y cuidados que se ofrecían. Pero que este pensamiento lento esté en nuestros orígenes no nos ha librado de que se haya ido debilitando en un ambiente donde predomina la rapidez y el consumismo sin freno. Como nos recuerda el autor del texto que comentamos, ese pensamiento lento hay que estimularlo y promoverlo.
Esta necesidad de la lentitud y la paciencia como virtudes, será cada vez más apremiante en el escenario actual y en el futuro próximo.
Preparémenos para cuando podamos volver a la normalidad, pero siendo conscientes de que esa normalidad será una “nueva normalidad”, que nada tendrá que ver con la vida normal que llevábamos antes de la pandemia.
Como sucede siempre, las crisis llevan consigo nuevas oportunidades; aprovechémoslas, sabiendo que seran difíciles y costosas. Nuestros centros tendrán que rediseñarse, tanto en los espacios como en los procedimientos, para cumplir unas normas higiénico-sanitarias cada vez mas exigentes; tendremos también que rediseñar los servicios a ofrecer a unos usuarios, que no seran los mismos que antes, porque aunque lo fueran, vendrán con nuevas necesidades.
Practiquemos pues el “festina lente”, pensando despacio para poder actuar deprisa, recuperando ese pensamiento lento que nos permita centrarnos en lo esencial prescindiendo de lo accesorio, recuperando nuestra esencia para reivindicarnos como excelentes Centros de Cuidados para esta “nueva normalidad”.
No hay tiempo que perder.
Salvador Ramos Rey Director Médico. Oia, 26 de abril de 2020